De Mesas de Diálogo y Estrategias de Comunicación
El lanzamiento oficial de las conversaciones de paz el pasado 18 de Octubre en Oslo, Noruega, marcó el inicio formal de las negociaciones entre el Gobierno Colombiano y la guerrilla de las FARC. Reunidos alrededor de una agenda mucho mas concisa y realista que aquella que se discutió en el Caguán, los firmantes del denominado “Acuerdo para la Terminación del Conflicto” plantearon en sus discursos posiciones con respecto a lo que cada uno concibe, debe ser el proceso de paz.
Lo sucedido con respecto al discurso de apertura de Iván Márquez, calificado de explosivo y reprobado por el jefe del equipo negociador del gobierno, Humberto de la Calle quien con evidente incomodidad llamó a las FARC a ceñirse a los puntos de la agenda, evidenció una de las falencias con las que inicia este proceso y que tiene raíz en el tipo de diálogo que ambas partes han mantenido hasta la fecha durante las pre-negociaciones: un diálogo sin intermediarios, una interlocución sin filtros, uno a uno, entre el gobierno y las FARC, que para el caso de conflictos como el colombiano resulta contraproducente, dadas las diferencias tangenciales que con respecto a temas claves tienen las partes en conflicto.
Históricamente, en conflictos de larga duración, alta intensidad y altos niveles de violencia es previsible que niveles bajos o nulos de confianza existan entre los actores involucrados, facilitando que emerjan desacuerdos o fallas en la comunicación durante el proceso de negociación. A fin de evitar este tipo de obstáculos, es importante que terceras partes o mediadores sean llamados a participar en las conversaciones con el objetivo de intervenir para superar dichos inconvenientes y continuar con el proceso.
En el caso de estas negociaciones, aún cuando los gobiernos de Cuba y Noruega, garantes del proceso, y Chile y Venezuela, acompañantes del mismo, han ejercido un papel clave para facilitar las conversaciones exploratorias así como la instalación de la mesa, a ninguno de ellos se les ha reconocido oficialmente el papel de mediador. Es decir, ninguno ha sido validado ni por el gobierno ni por las FARC como un árbitro legítimo que pueda ayudar a la definición de reglas de juego en caso de desacuerdos, o asesorar de manera independiente a alguna de las partes sin que su objetividad y neutralidad se vea comprometida.
Como resultado, la situación que se presentó durante el lanzamiento de las negociaciones, aún cuando era de esperarse, dada la posición histórica de las FARC, transmite un mensaje de desconfianza e improvisación que genera malestar en la opinión pública, y que no favorece la generación de un ambiente de apoyo al proceso de negociación.
En éste sentido, resulta de radical importancia que tanto el Gobierno como las FARC sean conscientes del efecto que sus fallas de comunicación generan en la población colombiana y que tomen medidas para solucionarlo. Lograr un diálogo sostenido dependerá no sólo del ambiente en la mesa, sino también del contexto y de la manera como la sociedad colombiana perciba el desarrollo de las negociaciones.
Si la intención de las partes es seria, controlar y ser responsable de los mensajes que se comunican en sus exposiciones públicas será fundamental. Por ende, contar con una estrategia de comunicación eficiente hacia adentro y hacia fuera, definida por unas reglas de juego claras y un equipo mediador permitirá que los diálogos no se salgan de cauce de manera innecesaria y que en los casos en que surjan desacuerdos existan mecanismos claros para la resolución de los mismos.
No resulta coherente que existiendo metodologías y talleres de resolución de problemas que entrenan a las partes en estrategias de comunicación efectiva, ampliamente probados como eficientes en otros conflictos como el de Irlanda del Norte, Chipre e Indonesia, no sean aplicados en Colombia. Por ende, si el objetivo de esta nueva etapa de negociaciones es dar terminación al conflicto en Colombia, al menos en lo que respecta al papel de las FARC, es imperativo que ambas partes definan cuanto antes un equipo mediador que pueda estar presente y mitigar y manejar futuros obstáculos cuando las negociaciones entren en su etapa más fuerte.
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